lunes, 14 de febrero de 2011

Noctámbulo



Daba un paso y estaba en otra ciudad, me regresaba y estaba fuera de mi; respirar costaba trabajo, observarte a la distancia más. Fueron minutos penetrantes, casi como los de aquel olor que florecía en la lejanía. Un tic-tac me recordaba que el tiempo se había detenido y que el palabreo incesante se acercaba conforme la noche se alejaba. Confrontación de poderes, un sube y baja asombroso que era capaz de mantener mi cabeza ocupadísima en no querer pensar más. Pestañeo de ojos, luces y bochornos se manifestaban pero mi ojo aferrado a darle vida al sueño se volvía más perspicaz.

Para cruzar esa frontera entre verdad y realidad habría que romper algunos lazos, brincar dimensiones y amarrar situaciones. Mientras tanto, los segundos seguían acomodándose a la perfección dándole brillo a aquella agria melodía acompañada de imágenes robustas y oblicuas.

Algún día seremos más que hoy, no tiene caso detenerse y analizar. Así aprendímos a ser, ahora es difícil cruzar la frontera tantas veces sin perder la noción del verdadero lugar de origen o de la veracidad de cada migración. Existe una fascinante fuerza que nos comprueba que para dejar de soñar hay que dejar de crear; creer para crear.

La consciencia se mantiene alerta durante la noche, los sentimientos se agudizan y las historias crecen. Al detenerse, el ritmo se quiebra y existe la posibilidad de despertar a quién sin imaginarlo, te encontró en su sueño.


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